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Muere Paul Newman

“La muerte es el comienzo de la inmortalidad”…y aunque suene mal decirlo, gracias a ella hoy ya podemos decir que Paul Newman es un mito, una leyenda…Una pieza clave de la historia reciente del cine mundial, que todo amante del séptimo arte conoce y conocerá. Generaciones futuras podrán seguir disfrutando de él, de su trabajo y de su profesionalidad, porque pasen los años que pasen su nombre perdurará y su esencia, que es su obra, quedará entre nosotros.

Está claro que personas como Newman nunca mueren, por lo menos, para aquellos que nos consideramos sus seguidores. Puede que su persona ya no esté entre nosotros pero creo que Paul se esforzó tanto en vida por dejar huella que ésta impregnará el ambiente artístico durante siglos. No hará falta verle en directo ni en persona para sentir que forma y seguirá formando parte de ese entramado industrial que algunos osan llamar cine. Y sino que se lo digan a estrellas de la talla de Orson Welles, Humphry Bogart, Hitchcock o Buñuel…los cuales no FUERON sino que aún hoy SON estrellas.

Como todo hijo de vecino, Paul Newman comenzó a labrar su carrera artística “paso a paso”, hace ya más de cincuenta años. Hijo de padre de origen judeo-alemán y madre católica con raíces húngaras, se introdujo en el mundo del espectáculo de la mano de una compañía de teatro de Illinois, la Woodstock Player’s, donde trabajaba la que sería su primera esposa, Jacky Witte, madre de sus hijos Scott, Susan y Stephanie, y de quien se divorció en 1958, tras nueve años de matrimonio.

Tras varios papeles de extra, figurante esporádico y secundario con poco papel en varias series de la TV norteamericana, prueba suerte en el cine. Su primera película fue The Silver Chalice «El cáliz de plata»1954 de Víctor Sallice, cinta bíblica de lujosa producción y regulares resultados a nivel de crítica y público, que fue descrita por el propio Newman como «la peor película de la década».

Su primer éxito le llegó dos años después con un film de enorme repercusión a nivel internacional: Marcado por el odio (1956) de Robert Wise, en la que encarnó al boxeador Rocky Graziano en un papel al que también optaba Steve McQueen, y en que  brilló con una interpretación bastante notable al lado de dos jovencísimos Pier Angeli y Sal Mineo.

Con el paso del tiempo Newman se fue haciendo un hueco en la clasista meca del cine, y en 1966 por fin llegó su consagración definitiva como estrella de Hollywood gracias a su participación en una superproducción de cine negro que hizo historia: Harper, detective privado de Jack Smight que supone una renovación formal y estilística de un género ya en decadencia pero que este film actualiza y reinventa. A partir de entonces medio mundo admirará a Paul Newman como actor y miles de mujeres soñarán con el color de sus ojos y su mirada penetrante.

Tras rodar con grandes estrellas e importantes directores se convierte en una pieza clave del cine internacional. Prestigiosos premios recaen sobre sus espaldas reconociéndole no solo el esfuerzo profesional que realiza sino también la empatía que despierta en el público y la crítica universal. Nadie pueda dudar que la cámara lo amaba y que su estilo, hondo como su mirada, sobrevivirá en las retinas del mundo entero. Arrebatadoramente guapo y magnético, este animal cinematográfico supo envejecer con dignidad y belleza, legándonos un ejemplo de saber estar y elegancia del que pocos pueden presumir.