¿Os acordáis?…Hace unas semanas, en este mismo blog, os advertía de que el cine volvería pisando fuerte a partir de septiembre. Creo que no me he equivocado. La semana pasada os hablé maravillas sobre Malditos Bastardos, el último trabajo de Quentin Tarantino, y esta semana le toca el turno a otro de los grandes, Woody Allen y a su nuevo proyecto, Si la cosa funciona, una producción con la que el neoyorquino se propone volver a sus orígenes.
Después de su periplo europeo, primero Reino Unido, escenario de su exitosa Match Point; y luego España, escenario de su descarriada Vicky Cristina Barcelona, Allen retorna a su hogar: Nueva York, el lugar que lo vio crecer personal y profesionalmente, además de servir de atrezzo a algunas de sus obras más emblemáticas, como por ejemplo: Manhattan o Hannah y sus hermanas. Una magnífica noticia para los amantes del Woody Allen original, aquel que se caracterizaba por producir cine de humor inteligente y sacar lo mejor de una ciudad de ensueño como Nueva York.
En esta nueva aventura cinematográfica, el realizador vuelve a apostar por personajes complejos, originales y perfectamente definidos con los que pretende hacer reír y reflexionar a un público que siempre se ha sentido atraído por su particular universo y su peculiar forma de ver la vida. El protagonista de esta nueva historia es Boris Yellnikoff (Larry David), un profesor universitario de mecánica cuántica, egocéntrico, misántropo y maniático que se intenta suicidar. La vida no tiene sentido para él y su mayor pasatiempo es gritar a los pobres niños inocentes a los que enseña a jugar al ajedrez. Aunque su vida cambia cuando una joven llamada Melodie (Evan Rachel Wood) se cuela en su casa. A partir de entonces, nada de lo que ocurre en la vida de este cuadrado personaje es lo que él esperaba: Melodi, inocente, inculta y en algunos momentos irritantes, acabará conquistando a un hombre completamente contrapuesto a lo que la joven de alguna manera representa.
Os advierto: NO TIENE NADA QUE VER CON UNA HISTORIA ROMÁNTICA. El amor es casi anecdótico y no será determinante en sus aspectos fundamentales: conformarse, dejarse llevar y dar importancia al azar más irónico son los tres ejes claves de una historia donde lo que Allen piensa adquiere significativa relevancia.
En realidad, Boris Yellnikoff, álter ego del propio Allen, no será nada más que el aparato transmisor con el que el cineasta se posicionará en algunos aspectos y se divertirá especulando en otros. A través de él, reflexionará, afirmará, discutirá y proporcionará moldes con los que mostrarnos su particular mundo, aquel en que tanto nos gusta colarnos a sus más fervientes fans.
Fiel a su cita anual, me congratula anunciaros que el genial neoyorquino vuelve a recuperar en Si la cosa funciona el encanto que había perdido tras abandonar su tierra natal. Con esta nueva propuesta, Allen pretende dejar atrás al fantasma de los pésimos resultados en taquilla y recuperar la confianza de un público que poco a poco había comenzado a ignorarle. Obras como Vicky Cristina Barcelona o Scoop habían puesto al descubierto ciertas debilidades de Allen que nunca nos hubiéramos imaginado. Deslices que todos entendimos como fruto de una atropellada producción y un fallo de previsión en la elección de los guiones. No obstante, aquellos que le queremos ya le hemos perdonado. No podéis perdérosla…